Dicliptera squarrosa, Lycium cestroides y Nicotiana glauca son tres opciones de plantas nativas que pueden integrarse a un diseño paisajístico. Por Ruth Meehan y María Virginia Piñero*
Hoy en día, las ciudades se extienden sobre áreas naturales, y sus habitantes originarios, animales y vegetales se encuentran desplazados y acorralados. Sin embargo, el ser humano necesita de la interacción con el mundo natural: los valores de calidad de vida se relacionan directamente con las posibilidades de interacción con el medio natural.
En este escenario, nuestros jardines asumen un rol muy importante ofreciendo refugio y alimento para muchas especies y contribuyendo a la conservación de la biodiversidad.
Las posibilidades de disfrutar un jardín son infinitas, mientras más sensibles somos ante la naturaleza mayor es el mundo por descubrir. Los ambientes creados, las plantas seleccionadas, la forma en que se componen los espacios pueden crear lugares que favorecen a muchos seres vivos, de allí la importancia del conocimiento del paisajista sobre el manejo integral de los espacios tratados para no perder la oportunidad de lograr sistemas equilibrados.
Si hay un ser bello, que encanta a todos, ese es el colibrí: ágil, brillante, escurridizo. Cuando estas diminutas aves visitan un jardín, ese espacio toma otra vibración. Los picaflores o colibríes viven exclusivamente en América, desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Se adaptan a diferentes hábitats: montañas, bosques y desiertos. Su activo vuelo requiere de un alimento rico en energía rápidamente disponible; el néctar de las flores posee esas cualidades. Las plantas ofrecen esta recompensa a cambio de su polinización. Complementan su dieta vegetal con pequeños insectos como arañitas, pulgones, mosquitas y larvas.
Es mucho mejor si a estas hermosas criaturas se les brinda alimento natural, ya que los receptáculos con líquidos azucarados que se ofrecen en el mercado como comederos de colibríes suelen crearles desequilibrios en su dieta: los engorda artificialmente o, peor aún, les provoca enfermedades fúngicas en su pico.
El picaflor común (Chlorostilbon aureo ventris) habita en el centro y norte de la Argentina y es el más frecuente; es común verlo en los jardines urbanos. Sin embargo, cada región del país posee diferentes especies.
Es posible tener estas visitas aladas todo el año, si ponemos a su disposición plantas de las cuales ellos se nutren. Lo importante es seleccionar floraciones en diferentes estratos y momentos del año. No menos importante es que sepamos reconocer las especies que naturalmente habitan el jardín y los convocan. Una vez que el picaflor detecta una nueva planta que le sirve de fuente de alimento, la incorpora en su recorrido diario, y se podrá disfrutar de su presencia cotidiana, ya que se integra al paisaje del jardín.
La forma de las especies vegetales que les proveen el alimento natural a los colibríes, sus hábitos de crecimiento, estructura, color y textura brindan diferentes alternativas espaciales según los modos y efectos proyectados; se las utiliza como bordes (cercos vivos), a modo de figuras que se destacan, en grupo o en forma aislada, próximas a aberturas de la vivienda para que permitan la conexión interior-exterior y viceversa. También es posible usarlas acompañando la arquitectura que modela el jardín cercano a pérgolas, en muros o en balcones. O, finalmente, es factible emplearlas naturalizando los espacios del hábitat en el espacio exterior.
También es ideal trabajar con especies vegetales que no requieran un alto mantenimiento y que se adapten al sitio con facilidad; con este propósito, nos orientaremos hacia las opciones que nos brindan las nativas, ya que además son buscadas naturalmente por los colibríes, que han evolucionado junto a ellas.
El canario rojo o justicia colorada (Dicliptera squarrosa). Esta herbácea perenne, rizomatosa, se distribuye ampliamente en el país, desde Córdoba hacia el arco norte y la Provincia de Buenos Aires. Suele ser tomada como “maleza” y erradicada bajo el rigor de las motoguadañas, sin dejarle oportunidad de desplegar sus virtudes. Florece entre septiembre y junio, y sus flores son polinizadas por picaflores.
El tumiñico o tala de rundún (Lycium cestroides), con una zona de distribución similar a la del canario rojo, es un arbusto que llega a ser un arbolito de hasta cinco metros de altura. Presenta follaje semipersistente y flores pequeñas, tubulares, de color violeta intenso, cuyo néctar es la recompensa para los rundunes. A esto se suma la cantidad de frutos, bayas del tamaño de una uva chica, que pasan del rojo al negro violáceo; son también muy atractivas para otras aves. Florece prácticamente todo el año y es de reproducción muy fácil por semillas, en primavera.
Otra planta común, pero poco valorada, es el palán palán (Nicotiana glauca), que habita desde el norte del país hasta La Pampa. Muy común en suelos degradados y pobres, baldíos y muros viejos. Este arbusto, de hojas verde grisáceo de textura gruesa, llega a los seis metros de altura y florece casi todo el año. Sus flores amarillo-verdosas producen abundante néctar y son muy visitadas por los picaflores.
Existen muchas especies que atraen colibríes al jardín. Estas son solo un ejemplo. Recomendamos a los paisajistas y diseñadores que indaguen en sus zonas; tal vez, se sorprendan.
* Ing. Agr. Esp. Ana Ruth Meehan y Arq. Esp María Virginia Piñero, docentes de la Cátedra de Espacios Verdes de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba.
Bibliografía
Verzino G.E et al.2016. Flora del bosque nativo del centro de la Argentina. Valor paisajístico, tintóreo y apícola. Encuentro, Grupo Editor.