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De cócteles y fiestas

Por Conrado Pakoca*

Un cóctel es una mezcla, pero no una cualquiera, precisamente, el arte y la ciencia implícitos en ella le otorgarán cierta identidad propia, en virtud de la cual, este podrá ser repetidamente requerido y aceptado.

Hace algún tiempo, conocí a un productor que, una vez cada quince días, me decía: “Voy a preparar el cóctel”. Entonces, iba al depósito y tomaba de los estantes muchos pesticidas, y otras cosas, para echarlos al tanque de la máquina pulverizadora en distintas cantidades. En los estantes de su depósito, guardaba todos aquellos productos que, en algún lugar, y según los dichos de alguien, él había asumido como efectivos para controlar tal o cual peste. Luego completaba el tanque con agua, y allá iba, hacia los invernaderos, a eliminar las adversidades y plagas de todos los órdenes y reinos.

Tal forma de hacer las cosas no siempre funcionaba bien, había alguna razón por la cual, algún hongo, ácaro o insecto escapaba al efecto del cóctel, y hacía su propia fiesta, continuando con la actividad dañina para el cultivo a un nivel muy por encima del aceptado como umbral de daño económico.

Los tratamientos fitosanitarios son como un cóctel, en su preparación,  para adquirir fama, deben cumplirse ciertas pautas y condiciones.

Para cada pesticida, se tendrá en cuenta la compatibilidad en mezclas indicada en el marbete. Aun en caso de mezclas compatibles, no es conveniente combinar tratamientos para control de insectos o ácaros con tratamientos fungicidas, ya que la forma de aplicación puede ser diferente en cuanto al volumen de agua que se utilizará, y a la parte del cultivo que será tratada, así como el requerimiento de cobertura.

Si por cuestiones inherentes a la disponibilidad de recursos, debe hacerse dicha combinación, es posible utilizar un acaricida  o insecticida complementario en un tratamiento con fungicidas, y un fungicida complementario en un tratamiento con acaricidas y/o insecticidas. Pero el tratamiento con fungicidas es un tratamiento fungicida, y el destinado al control de ácaros o insectos es tal.

La utilización de coadyuvantes, aceites, adherentes, tensioactivos, azúcar, vinagre, ácido piroleñoso,  EM (Microorganismos Eficientes), y otros elementos, también debe guardar una relación con los productos que se aplican, en cuanto al tipo de formulación, la naturaleza del formulado,  y el principio activo, teniendo en cuenta su mecanismo de acción.

Algunos ejemplos: La calidad del agua, influye notablemente en la efectividad de los pesticidas, al afectar la estabilidad, tanto de los formulados como de los principios activos. Mezclar productos del mismo grupo químico no tendrá las mismas consecuencias que combinar aquellos de diferentes grupos. La adición de aceites emulsionables no tiene el mismo efecto con insecticidas o acaricidas que con fungicidas. También es distinto el efecto de dichos compuestos sobre la acción de los principios activos según estos actúen por contacto, ingestión o inhalación. No se obtendrán resultados similares si se los adiciona a productos sistémicos o no sistémicos, o si es mezclado con líquidos emulsionables, suspensiones o polvos solubles. Y estas diferencias van, desde potenciar el efecto, hasta hacerlo nulo.

Para preparar un buen cóctel, uno que dé que hablar, tenemos que saber muy bien qué mezclamos y qué fin perseguimos con ello.

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