Constituirse en corredores biológicos y en barreras protectoras de vientos son algunas de las amplias funciones que pueden tener estas construcciones. Por Ana Meehan*
Lo primero que nos solicitan cuando diseñamos un jardín es crear un espacio de intimidad, alejado de las miradas del exterior. Inmediatamente, comenzamos a pensar un cerco, buscando especies rápidas y baratas; pero hay otros aspectos a tener en cuenta, que nos asegurarán un lugar bello, biodiverso, tranquilo y sin problemas de privacidad.
Los cercos, además de limitar los espacios, protegen de los vientos y del polvo en suspensión; si son densos y compactos, amortiguan sonidos graves; además, ofrecen espacio a las aves para anidar; también sirven de refugio para insectos predadores de plagas como las vaquitas de San Antonio o diferentes tipos de mariposas: constituyen, en definitiva, una oportunidad para atraer vida silvestre al espacio verde.
Si son pensados con detenimiento, compuestos de arbustos y trepadoras nativas, contribuyen a crear corredores biológicos, estos son espacios donde la vida silvestre se refugia, alimenta, mueve y se reproduce. Son como rutas que unen espacios o parches mayores desde las pequeñas hacia las grandes reservas de vida silvestre.
La protección del viento es una de las prestaciones ambientales que brindan los cercos bien planeados y orientados. Es fundamental plantarlos en dirección perpendicular del viento predominante, como regla general, para que sea una barrera eficiente, debe ser permeable; se habla de valores que van del 40 al 60 % según la velocidad de los vientos. La altura también debe ser tenida en cuenta. Si pretendemos proteger un área determinada, habrá que considerar que el largo de la zona protegida está relacionado con la altura del cerco; en líneas generales, es diez veces la de este valor, y la protección máxima es a cinco veces la altura. Por ejemplo, una cortina de arbustos de tres metros de altura protege un área de treinta metros, y la máxima protección se da a los quince metros. Los arbustos que se elijan deben ser perennifolios.
También es importante considerar que los cercos plantados del lado norte (en el caso de la Argentina -por estar en el hemisferio sur-) proyectan sombra; si el espacio es angosto, se pierde luz solar; la situación de las plantaciones sobre el lado sur es mejor, ya que, en este caso, el sol del norte las ilumina todo el día; aquí se lucen las flores, los frutos y los diferentes colores de follaje.
Tipos de cercos
Si el objetivo es un espacio sustentable, de bajo mantenimiento, es recomendable elegir un estilo informal que no exija poda rutinariamente. La variedad de plantas no debe ser excesiva: hay que recordar que el hecho de repetir las especies le otorgará fuerza y sentido al diseño. Por el contrario, la plantación de muchas especies diferentes acarreará confusión y falta de armonía.
Para los casos de escasa disponibilidad de espacio, es posible recurrir a trepadoras sobre tela de alambre tejido con las necesarias estructuras para soportar el peso de las plantas y la acción del viento; las especies tienen que tener su propio sistema de soporte, es decir, tallos volubles o zarcillos, y admitir poda. Como ejemplo y considerando los requerimientos ambientales de las especies, podemos pensar en pasionarias (Passiflora caerulea), jazmín de Chile (Mandevilla laxa), jazmín solano (Solanum laxum); entre las nativas y madreselvas (Lonicera japónica), jazmín de leche (Trachelospermun jazminoides), como exóticas. La posibilidad de asociarlas hace al cerco más interesante y biodiverso.
Para cercos formales, que exijan podas regulares, conviene seleccionar especies cuyo interés sea el follaje, ya que las podas impiden la posibilidad de que florezcan debido a que se eliminan las puntas de las ramas que es donde, generalmente, se producen las flores. Existe una gran variedad de arbustos aptos para cercos en jardines a escala familiar: palo amarillo (Aloysia gratissima), ñangapiri (Eugenia uniflora) y molle (Schinus longifolius); y opciones entre los grupos de Abelia, Buxus, Viburnum, etc.
Es fundamental dimensionar bien el tamaño de las plantas, hacer participar a los cercos como componentes protagonistas y no como fondos; si se usan nativas, es un cambio positivo.
Cómo hacer la plantación
Al momento de plantar, es aconsejable destinar el espacio para el cerco dejando una franja de un metro de ancho; trabajar el suelo en profundidad con pala de punta sin invertir horizontes; desmalezar y aplicar en los hoyos una palada de compost, una capa de cobertura de corteza o chip de madera de 3 a 4 cm y regar abundantemente. No se recomienda poner césped entre las plantas, ya que eso implica competencia radicular y mayor mantenimiento.
* Ing. Agr. Ana Ruth Meehan.
Profesora adjunta y coordinadora de la cátedra de Espacios Verdes de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Córdoba.