Diciembre 2018

ISSN 2346-9323

ECONOMÍA & VIVEROS | Auspicio de la Tecnicatura Universitaria en Jardinería - UBA

El cuidado ecológico de un estanque

Te contamos de qué manera controlar el crecimiento de las algas teniendo en cuenta diferentes factores, como los nutrientes, la luz y el calentamiento del agua. A su vez: qué es y para qué sirve el humus del estanque. Por Karina Macaro*

Un estanque constituye un ecosistema en sí mismo. Las plantas, el agua, los peces, etc., cumplen una función práctica, además de estética. Están íntimamente relacionados entre sí, por lo que la presencia o ausencia de uno de estos elementos afecta, directa o indirectamente, a los demás. El objetivo es alcanzar entre ellos un equilibrio dinámico permanente a lo largo del año. Por lo tanto, al momento de construirlo, hay que asegurarse de que tenga las características necesarias (ubicación, tamaño y profundidad) que permitan el pronto establecimiento de dicho ecosistema acuático.

La calidad y el aspecto del agua son dos factores que regulan el funcionamiento del estanque. En esta construcción ornamental, los elementos que están siempre presentes son las plantas y el agua. Conocer las características particulares de ellas (Plantas acuáticas: ¿Cómo incorporarlas en los espacios verdes?), la bioquímica del agua utilizada y la interacción entre ambas brindarán las herramientas fundamentales para comprender los principios que regulan la actividad del estanque.

Para que el agua cumpla su función estética debe mantenerse cristalina. Siendo que es el elemento fundamental para la vida, se observarán en ella una constante sucesión de  procesos biológicos que van modificando su aspecto a lo largo de la vida del estanque hasta lograr su maduración. Un momento de equilibrio que será tan dinámico como la vida misma.

Al respecto, es algo muy común percibir el agua verde. Esto no significa que esté en mal estado (putrefacta),  sino que están crecimiento algas en ella. Existen dos tipos que afectan el aspecto del agua del estanque: algas unicelulares (son microscópicas y dejan el agua con un tono verde) y algas filamentosas (forman hilos o redes con diferentes texturas). El exceso de estas últimas no solo perjudica estéticamente el lugar, sino que puede dañar el crecimiento de algunas plantas y, en el caso de los nenúfares, la apertura de los pimpollos.

 

Cómo controlar el crecimiento de algas

Como todas las plantas, estas necesitan agua, luz, nutrientes y calor para desarrollarse. La forma de combatirlas consiste en controlar la disponibilidad de los factores señalados. De esa manera, se limitará el crecimiento y se reducirá la cantidad de ellas hasta lograr tener una población que no afecte el aspecto del estanque. Al ser el agua el elemento fundamental del sitio, solo es posible controlar los otros factores (nutrientes, luz y temperatura del agua).

Nutrientes

El agua tiene una gran cantidad de nutrientes disueltos, principalmente nitrógeno, proveniente de la descomposición de la materia orgánica (restos de plantas, tierra, hojas de árboles caducos), del alimento y las deyecciones de los peces. El exceso de nutrientes favorece el desarrollo de estas plantas. Para limitarlo, se debe tener en el estanque una determinada cantidad de especies sumergidas y flotantes. Estos se desarrollan rápidamente y son muy eficientes en la absorción de nutrientes: las primeras lo harán a través de las hojas y tallos; y los segundos, a través de sus raíces. Algunas plantas palustres, cuando desarrollan raíces directamente en el agua, también ayudan con esta tarea.

Luz y calentamiento del agua

Es posible señalar que cuanto más llamativas son las flores de una planta acuática, más horas de luz solar necesita para florecer. La incidencia directa de los rayos solares sobre el agua hace que esta se caliente, y, para controlar su temperatura, se deben usar ejemplares que, con su follaje, cubran la superficie y eviten, así, que los rayos del sol lleguen a las zonas más profundas.

Las plantas que se utilizan para realizar esta tarea son las flotantes libres y las flotantes arraigadas (nenúfares), que con sus hojas cubren la superficie del estanque; también,  algunas palustres (lotos, lirios, juncos, etc.) y marginales ayudan proyectando su sombra.

La primavera y el verano son las épocas en las cuales se debe prestar mayor atención: la irradiación solar y las temperaturas alcanzan sus máximos valores. Se crean, de esta manera, las condiciones adecuadas para la proliferación de algas ya que se acelera el ciclo del nitrógeno y se libera una mayor cantidad de nutrientes. Entonces, en este período, se tendrá que asegurar una cobertura superficial del 60 al 80 %,  y las plantas sumergidas deben ocupar la mayor parte del fondo del estanque (aproximadamente, tres plantas por metro cuadrado).

Hacia fines del otoño y durante el invierno, al bajar  las temperaturas, disminuye, por tanto, el crecimiento de las algas notablemente. Entonces, es posible disponer de una mayor superficie de agua libre. En general, esto se da en forma natural cuando los nenúfares pierden sus hojas y las flotantes detienen su crecimiento.

 Si se hace una plantación balanceada del estanque, con cantidades suficientes de los distintos tipos de plantas, se logrará reducir al mínimo el crecimiento de esta población.
Además, hay que considerar que la superficie cubierta y la cantidad de plantas sumergidas no dependen solo del momento del año, sino también, de las características del estanque.

  • Otros factores a observar:

Tamaño y profundidad del estanque: la relación entre tamaño y profundidad de este es clave para su buen funcionamiento. Una estructura grande y poco profunda tendrá una alta variación térmica, lo que favorecerá el crecimiento de algas y, asimismo, perjudicará el desarrollo de las plantas superiores y la salud de los peces. En un estanque con la profundidad adecuada, el agua se mantendrá más estable, y las algas no tendrán ventajas sobre las otras plantas.

Cuanto más grande y profundo sea, más estable será la temperatura del agua; en consecuencia, necesitará menor cobertura y menor cantidad de plantas sumergidas.

La profundidad máxima que deberían tener los estanques en función de la superficie (aplicada al 40-60 % de la superficie total) es:

 

Superficie (m²) Profundidad (cm)
Hasta 30 50-60
30-150 90-100
150-1000 140-160
Más de 1000 200 o más

 

Exposición solar: los estanques que están ubicados a pleno sol necesitarán una mayor cobertura y cantidad de plantas sumergidas para evitar el calentamiento del agua; los que están a la sombra pueden tener muy buena calidad de agua con poca cobertura. Se debe observar que, en el caso de los nenúfares, estos necesitan entre cuatro y seis horas de sol directo para florecer.

Recirculación y filtrado del agua: aquellas estructuras que cuentan con estas características necesitan menor cobertura y menor cantidad de plantas sumergidas que otras de igual tamaño y profundidad que no cuentan con estos sistemas. Esto se debe a que la recirculación del agua y los filtros optimizan el trabajo de las plantas oxigenadoras y flotantes.

Clima: los estanques construidos en zonas de clima cálido necesitan mayor cobertura que los situados en regiones de clima frío.

 

Mulm, humus del estanque

En el fondo del estanque, se van depositando restos de materia orgánica proveniente de las plantas, tierra que vuela, excremento de los peces, etc., que se van descomponiendo como consecuencia de la acción bacteriana. A esta acumulación de sedimentos se la conoce con el nombre de mulm. Su presencia es de vital importancia para el equilibrio del sitio ya que allí se alberga la población de microorganismos encargados de descomponer la materia orgánica del mismo.

Estos sedimentos se van acumulando hasta que, en algún momento de la vida del estanque, se estabilizan. Este proceso dependerá de varios factores (ubicación, vegetación circundante, cantidad de plantas, etc.); hay que observar que la profundidad del agua, hasta los sedimentos, no sea menor a 30 cm. En caso contrario, será necesario sacar la cantidad suficiente para restablecer el equilibrio.

* Téc. en Jardinería Karina Macaro (Cátedra de Jardinería de la Facultad de Agronomía de la UBA).

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