¿Prevenir o curar?

Una reflexión en torno a la importancia actual de la prevención, antes de que las plagas o enfermedades afecten las plantas. Cómo lograr un equilibrio que proteja a estos ejemplares y sea amigable con el planeta. Por Agustín Sañudo

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De todas las acepciones que encontré en el diccionario para el vocablo “prevenir”, la que más se ajusta al tema de la prevención fitosanitaria en nuestros jardines y huertas es la de disponer con anticipación, prepararse de antemano para algo.

Es interesante comprobar que la idea fuerza de la prevención es la posibilidad de que un hecho ocurra con una alta probabilidad, asociado a una variable, como es el tiempo, que en definitiva, es el que permitirá expresarse o no al hecho en cuestión.

Dicho de otra manera, todas las medidas que tomemos en nuestras huertas y jardines, a fin de evitar la introducción e instalación de plagas y enfermedades en ellos, constituyen “prevención fitosanitaria”. Es un hecho objetivo de la realidad: las plantas son susceptibles de enfermarse y de ser atacadas por plagas.

En tanto que, respecto de “la curación”, podemos definirla como las medidas que realizamos una vez que el problema de enfermedades y plagas se ha introducido, instalado y desarrollado en el vegetal.

Actuar antes o actuar después: esa es la cuestión principal. Y ya que la decisión, en última instancia, la tiene usted, no es fácil tomarla. Sabemos que, en términos generales, hay un cierto rechazo a la prevención, fundamentado en múltiples motivos. Estos, en ocasiones, son razonables y otras veces no. Algunos están basados en preconceptos, desconocimientos y hasta en una cuota de desidia por no informarse, como por ejemplo, la eliminación de los productos de origen químico en las terapias que se implementan.

Sin lugar a dudas, cualquier terapia orgánica es mejor que las químicas, siempre y cuando, un manejo orgánico asegure tener un jardín sano y visualmente aceptable. De la misma manera que una huerta orgánica garantice la provisión de vegetales para consumo familiar en cantidad y con la calidad suficiente.

Llevar a la mesa, por ejemplo, verdura de hoja, excesivamente manchada y deteriorada a causa de viruela u otras enfermedades, no es aconsejable ni lógico, a pesar de ostentar su condición de “orgánica”.

Cuando los manejos orgánicos a nivel familiar se ven superados por la resistencia de los agentes patógenos o por la escasa eficacia de las prácticas implementadas, inevitablemente, debemos recurrir al uso de químicos para contrarrestarlos. Estos no son malos ni buenos en sí mismos, sino que los daños o aportes que realicen dependerán del uso que se haga de ellos (lo dicho no debe tomarse en cuenta para producciones comerciales orgánicas, en los que este carácter debe ser mantenido a ultranza).

Aclarado lo anterior, es casi seguro que existirán opiniones diametralmente opuestas. Una que interpreta que es mejor no tomar ninguna medida para mejorar o mantener el estado fitosanitario de sus plantas, pensando, tal vez, que una actitud contemplativa, cargada de buenos deseos, le permitirá superar los problemas fitosanitarios que atraviesan. Y la otra, que no le da respiro a la pulverizadora y a su cansada espalda, aplicando por las dudas, pues de esta forma cree evitar cualquier contingencia en los espacios verdes. Ambas opiniones, formuladas de tal manera, están equivocadas.

• ¿Cómo lograr el equilibrio?

A través de la implementación de un plan fitosanitario consensuado con el profesional interviniente, herramienta fundamental que evita los extremos mencionados. A través de este plan se establece lo que se va a realizar, cómo, cuándo y dónde se llevará a cabo, a lo que se suma la proporción o intensidad de cada tarea, ya sea cultural, de tratamientos orgánicos o de aplicación de químicos.

La puesta en práctica del plan fitosanitario, que debe ir de la mano con el calendario anual de tareas -no a contrapelo-, es la respuesta con mayor contenido de racionalidad a la pregunta anterior, considerando que, en definitiva, nos está indicando el porqué o el para qué de cada acción que se realice.

De la misma manera en que el arquero dispone de un arco, unas flechas y un blanco, que le permite ir afinando la puntería, el plan fitosanitario, con el correr del tiempo, seguramente, necesitará sus ajustes en lo referente a dosis, productos, prácticas de manejo y época en que se realicen. No es estático, sino dinámico; no es fijo, sino variable. Esta es precisamente una de sus principales fortalezas, al permitirnos, en muchos casos, disminuir y hasta reemplazar prácticas que están reñidas con un correcto manejo del medio ambiente. Lo que hasta ayer me indicaba que era lo correcto, hoy -fruto de la constancia al haberlo implementado-, tal vez, me advierta que no es así, y pueda prescindir de algún producto o de determinada práctica que no corresponda.

Medidas preventivas:

Respecto a las medidas preventivas que pueden tomarse, solamente me referiré a dos, por razones de espacio.

Aumento de la resistencia natural:Es natural porque todo ser viviente la tiene y la trae como carga genética. Pero no es permanente, ni tiene valores constantes, ya que en muchos casos, decae, y eso está estrechamente relacionado con el estado general de la planta. Con la resistencia natural hay que colaborar, teniendo la planta en el mejor estado posible desde el punto de vista nutricional.

Manejo del agua de riego: El agua desplaza el aire del suelo. No tenga los suelos empapados. No ahogue la planta, y esta se lo agradecerá. Haga lo contrario, y su planta sufrirá un decaimiento.

Suponiendo que la etapa de la prevención -primer eslabón en la cadena del control de enfermedades y plagas- fuera superada por algún agente patógeno, el diagnóstico precoz nos permitirá identificar el agente y diseñar e implementar las medidas curativas para ser aplicadas en tiempo y forma.

El poder infectivo de los agentes patógenos es dinámico, al igual que la susceptibilidad de las plantas frente a los ataques. Erradicarlos o eliminarlos siempre es más complicado y costoso que prevenirlos. Por lo tanto, siempre es mejor prevenir.

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