Abril 2018

ISSN 2346-9323
CIENCIA & ARTE | ECONOMÍA & VIVEROS

Crónica de la desaparición del sector florícola en Rosario

La región del Gran Rosario (Santa Fe) pasó de ser la segunda zona productora de flores de corte del país a tener solo doce floricultores. Cómo ocurrió eso. Por Susana Zuliani, Teresa Qüesta y Eduardo Casella*

Ocupando el segundo lugar en importancia como productora de flores de corte de la Argentina, la región del Gran Rosario (Santa Fe) contó con el orgullo de que la localidad de Pérez fuera nombrada Capital Provincial de la Flor en 1969. Luego, en la década de los ochenta, la floricultura mostró su mayor auge. Incluso, la rentabilidad de la actividad estimuló a que muchos horticultores optaran por la floricultura, y además, que los floricultores adquirieran más campos y se dedicaran también a otras actividades agrícolas (principalmente, al cultivo de soja).

A principios de la década de los noventa, el sector entró en crisis, y se produjo una disminución gradual del número de floricultores que pasó de tener algo más de sesenta, a fines de los ochenta, a alrededor de cuarenta productores en los Censos 2002-03 y 2006-07, respectivamente. En 2010-11, quedaban solo dieciséis floricultores mixtos (dedicados a flores de corte y otras actividades -tales como el follaje de corte, hortalizas y soja-) y en 2017, únicamente doce floricultores.

Las principales causas de la decadencia fueron la escasa adopción tecnológica, los problemas climáticos (fuertes granizadas), el déficit de mano de obra, los bajos precios de los productos y los problemas de comercialización. Este panorama profundizó el individualismo que se venía observando desde hacía años.

Los productores buscaron otros canales de comercialización, además de la cooperativa Cultiflor (que era hasta el momento su principal canal comercial), y la venta en el cultivo se convirtió en la principal salida de la producción por parte de los cultivadores más grandes. Algunos productores -y también particulares- comenzaron a vender a regiones cercanas y dejaron el resto a los mayoristas tradicionales. Otros instalaron su propio negocio de venta mayorista y minorista.

Aquellos  productores que pudieron continuar en la actividad florícola eran propietarios de la tierra y, además, diversificaban su oferta dedicando parte de la superficie cultivada a la producción de otros cultivos (principalmente, soja). Además, si bien todos utilizaban varias alternativas de venta, una parte de la producción se comercializaba siempre en los dos mercados  Cultiflor (Cooperativa de Floricultores de Rosario)  y el Mercado de Flores de Corte (localizado en Pérez), ambos concentradores existentes en la zona. Las estrategias implementadas por los floricultores para permanecer en la actividad se basaron en la disminución de los costos, el aumento del volumen producido, la venta de primicias y también en la integración de la venta a minoristas.

Frente a todos los problemas detectados, se hicieron diferentes estudios a través de los cuales pudo determinarse que la falta de competitividad de la producción también estaba ligada a los altos costos de los insumos y al elevado costo de la mano de obra  en la región. Esto último trajo como consecuencia que muchos floricultores eligieran realizar aquellos cultivos que poseían menos requerimientos de este factor, lo que derivó, a su vez, en la disminución en la variedad y calidad (mano de obra capacitada) de especies ofrecidas.

Además, los productores no se adaptaron a los cambios de la demanda: eran pocos los que cultivaban nuevas especies y uno solo producía primicias. Prácticamente, no se incorporaron mejoras en los procesos productivos, y el manejo de la cosecha o poscosecha no era el adecuado para ofrecer un producto de calidad.

La rosa, que era una de las especies más demandadas y brindaba el mayor margen bruto, era ofrecida en el mercado únicamente por las grandes empresas. El resto cultivaba especies tradicionales. Las razones eran que conocían mejor el manejo de estos cultivos y tenían menores costos de producción; asimismo, dichas especies eran más resistentes a factores climáticos adversos y a enfermedades, o también, porque ellas sufrían menos oscilaciones de precios. Esta situación se suma a la resistencia de los productores para incorporar nuevos cultivos.

Además, los floricultores competían entre ellos, vendiendo por fuera del mercado a menor precio, tratando de hacer su negocio y boicoteando a la institución de la cual eran socios: el mercado. Los productores más grandes fueron los menos perjudicados debido a que diversificaron su producción y todos integraban la venta mayorista.

Por su parte, los mayoristas pugnaban por los clientes con los productores, con la ventaja de ofrecer una gama más amplia de productos, lo que aumentaba su poder de negociación. A su vez, rivalizaban con sus propios clientes ya que también ofrecían mercadería al consumidor y lo hacían a menores costos.

A todo lo dicho se  agregaba el hecho de que la mayoría de los floricultores eran mayores de  cincuenta años, y sus hijos no estaban dispuestos a continuar con esa actividad.

En cuanto a la ayuda oficial, es posible decir que la mayoría de los productores recibió subsidios oficiales, principalmente cuando se presentaron problemas climáticos (y los empleó en la reparación de los invernáculos dañados). La asistencia brindada permitió la recuperación de la infraestructura; no obstante, los altos costos de la producción florícola rosarina impedían competir con la mercadería que ingresaba desde el área metropolitana.

El último proyecto

Dada esta situación, a partir de 2012 y con la finalidad de procurar alternativas que permitieran revertir la crisis que estaba atravesando el sector, un grupo de investigadores  de la Universidad Nacional de Rosario evaluó la factibilidad de la puesta en funcionamiento de un invernadero municipal que estaba en desuso, en la ciudad de Pérez.

Esta iniciativa contó con el apoyo de varias instituciones como por ejemplo: el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el Mercado de Flores de Corte de Pérez, la Cooperativa de Floricultores de Rosario, la Universidad Nacional de Rosario, con la ayuda de técnicos del área y diferentes organismos del Gobierno Nacional, Provincial y Municipal. A continuación, se realizó un análisis de factibilidad económico-financiera del proyecto, que fue presentado dentro del Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial (llevado a cabo por el Ministerio de Agricultura Ganadería y Pesca de la Nación). El análisis de factibilidad demostró que la puesta en funcionamiento del invernadero era viable desde el punto de vista técnico, económico-financiero, ambiental y social. 

A través del trabajo coordinado de las autoridades de las diferentes instituciones se logró poner en marcha el Módulo de Producción en el mencionado invernadero municipal (los fondos, en su mayoría, fueron aportados por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación). El mismo permitió proveer a los floricultores de plantines de calidad y hacerlo en el momento adecuado para la implantación de los cultivos. Dichos plantines, ofrecidos a un menor costo que los adquiridos en otras zonas, posibilitarían disminuir los costos de producción. Además, se brindaron cursos de capacitación con el objeto de mejorar las técnicas de manejo, como así también de la cosecha y poscosecha (al contar con mano de obra capacitada) para favorecer el logro de flores de buena calidad, con el consiguiente aumento del precio del producto, con lo cual se pretendía obtener mejores resultados económicos.

  • Resultados

Si bien comenzó la producción y venta de plantines, la iniciativa no tuvo éxito. La falta de continuidad en el financiamiento por parte del Ministerio de la Producción de la Provincia de Santa Fe (organismo al que le correspondió financiar la contratación del ingeniero agrónomo encargado del Módulo y apoyar el desarrollo de estrategias de comercialización, y financiar la capacitación que realizaría la Universidad Nacional de Rosario), unido al hecho de que los productores no apoyaron suficientemente el proyecto, no permitieron continuar con las actividades y, actualmente, en el invernadero solo se producen plantines (de clavel, crisantemos y otras flores) para uso municipal.

Pese a todo el esfuerzo realizado, la crisis no logró ser revertida y ha desembocado en la desaparición casi total de la actividad en la región. Desde hace unos años, se está manifestando un fenómeno inverso al de los ochenta: los productores abandonan la floricultura y vuelven a la horticultura. Algunos se han volcado totalmente a la producción de soja,  y los pocos productores que quedan producen cada vez menos y se dedican a vender en forma directa a minoristas, o se transforman en intermediarios en la comercialización de ciertas especies con alto costo de producción en el área, mediante la  adquisición en otras zonas y  la reventa  a sus clientes.

* Ing. Agr. Susana Zuliani (Universidad Nacional de Rosario), Ing. Agr. Teresa Qüesta (Universidad Nacional de Rosario) e Ing. Agr. Eduardo Casella (asesor técnico de cultivos florícolas). Revisión: Cra. Ingrid Villanova (Instituto de Floricultura del Inta).

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