Noviembre 2024
ISSN 2346-9323
CIENCIA & ARTE | ECONOMÍA & VIVEROS
El caso de los emprendimientos inmobiliarios en lugares con espejos de agua. Qué sorpresas y soluciones encontraron los paisajistas ante estos suelos muy malos. Por Eduardo Stafforini*
Todos sabemos que si plantamos en un buen suelo, contamos con tierra equilibrada en sus componentes y con un buen drenaje, el éxito de una plantación está casi asegurado. Sin embargo, los que viajamos a la Patagonia y hemos visto las playas, o amamos las piedras de las sierras de Tandil, hemos observado que allí también crecen muy bien muchas plantas.
Los defensores a ultranza del uso de nativas encuentran que la adaptación de ellas a sus suelos de origen ya fue lograda a través de los miles de miles de años de evolución. Y eso constituye uno de los justificativos empleados para su postura.
Barrios cerrados con espejos de agua
Encontramos un gran problema en los nuevos barrios cerrados: la mayoría de ellos cuentan con grandes espejos de agua, y están desarrollados en terrenos de cotas bajas (léase: inundables). Por lo tanto, requieren del aporte de material a fin de elevar los sitios en los que se construirán las viviendas, por encima del punto de inundación.
El traslado de ese relleno tiene un costo elevado, por lo cual -al igual que los Lagos de Palermo, que se construyeron para aprovechar ese material en los altos terraplenes de los ferrocarriles que partían desde Retiro, en la zona norte de Buenos Aires (ej. Tigre)-todas las urbanizaciones están construidas en lo que se llamaban “bañados” (hoy humedales). En consecuencia, concluyeron en que, profundizando las lagunas en ciertos sitios, lograban lo necesario para aportar y elevar el terreno. Al mismo tiempo que aparecía una napa de agua limpia, un nivel estable, navegable para deportes o recreación, y sumamente deseable estéticamente.
Ninguna de las buenas cualidades necesarias para el buen desarrollo de las plantas lo encontraremos en ese material, excepto que suelen tener acumulados muchos nutrientes en sus arcillas, pero de difícil ingreso a ellas para la mayoría de las raíces de las plantas cultivadas.
En otros sitios, los terrenos bajos, de muy grandes extensiones, cercanos a las principales vías de acceso a las ciudades, de bajo costo inmobiliario, dada la prohibición de construcción con esas riesgosas condiciones de inundación, comenzaron a ser rellenados con todos los restos de las demoliciones, de las obras en construcción y con lo que los volquetes contuvieran (no importa lo que fuese). Todo lo cual los transformó en urbanizaciones muy atractivas. Obviamente, ahora, al plantar un árbol, puede aparecer una heladera vieja, trapos, restos de la excavación de una pileta de natación o vigas de hormigón de una vieja fábrica.
Los paisajistas, que solemos tener fama de ser ingeniosos a fuerza de aprender a sortear sorpresas, fuimos descubriendo que ciertos principios eran un mito y que, aprovechando los principios básicos de la física y la hidráulica, lograríamos lo que para muchos parecía imposible.
El primer mito que rompimos es que en la tosca no crece nada. En un albardón construido con tosca aportada a camión y asentada con motoniveladora, crecieron, a notable velocidad, eucaliptos de varias especies, grevilleas robusta, aguaribay, leylandis, casuarinas, etc. Su sistema radicular a los cinco años nos permitía trasplantarlas de un tamaño sorprendente y con una seguridad notable.
En los suelos en que el inconveniente era la falta de permeabilidad, con la consecuente inundación de los pozos rellenos de “buena tierra negra”, logramos que un alto porcentual del agua se escurriese plantando en zonas más elevadas o al borde de pendientes, con pozos de muy escasa profundidad, pero de holgado diámetro, y manejándonos con las ollas de cada planta según la necesidad de riego, abiertas o cerradas. Los sistemas radiculares tienen así un excelente desarrollo, a partir del cual van logrando aportar materia orgánica hacia abajo, formando nuevo suelo, nutriéndose de ese “pésimo” relleno.
Es más importante que la raíz disponga de oxígeno para construir tejido nuevo, que un riego sistemático, por lo menos en la Pampa Húmeda.
*
Ing. Agr. Eduardo Stafforini (MP 03939 CIAFBA).
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