Cinco traspiés fáciles de ver en los cultivos y espacios verdes. Qué debe saberse antes de encarar una tarea nutricional en las plantas y los motivos. Por Guillermo Cardoso*
No conocer el pH del sustrato y del agua
En general, las plantas ornamentales necesitan un sustrato levemente ácido, 5.5 a 6.5 valores de pH, dado que la mayoría de los nutrientes se encuentran disponibles en ese rango.
Algunas, como los jazmines, requieren un grado aún mayor de acidez, ya que son tolerantes a pH más bajos; de lo contrario pueden aparecer deficiencias nutricionales y se verán amarillas.
El agua de pozo, particularmente del acuífero Puelche en Buenos Aires es alcalina, en razón de su alto contenido de sales solubles. En determinados cultivos, como las plantas de interior, el riego continuo con este tipo de agua produce síntomas visuales de decaimiento con marchitez y manchas como quemazón en tallos y hojas, todo esto provocado por la excesiva acumulación de sales.
Por tal motivo, será necesario bajarle la alcalinidad para que al regar no aumente el pH del sustrato. La mejor opción (aunque costosa) sería el uso de equipos de osmosis inversa, o bien, podría optarse por el empleo de fertilizantes que tiendan a bajar los niveles de pH. Otra alternativa sería alternar riegos con agua de lluvia para ir lavando el exceso de sales.
No conocer la conductividad eléctrica del sustrato
La conductividad eléctrica se refiere a la cantidad de sales disueltas en un sustrato. Y su medición permite tener una idea de la cantidad de fertilizante o sales disponibles en el sustrato.
Por el efecto de osmosis, el agua va en busca de las sales. Por lo tanto, si hay más sales disueltas en el sustrato que en la planta, el agua tiende a migrar de la planta en ese sentido. En consecuencia, las puntas de las hojas se tornan secas, como si les faltara riego.
No leer las etiquetas de los fertilizantes
Previo al uso de cualquier fertilizante, siempre deben leerse las indicaciones de aplicación, tales como dosis y formulación del producto. No es conveniente copiar recetas de uso (“lo utilizo porque mi vecino lo hace así”). Cada planta puede responder de modo diferente y requerir otro tipo de nutriente. Es importante informarse con anterioridad y hacer una evaluación visual antes de agregar cualquier cosa. Lo ideal sería realizar un análisis previo del suelo o sustrato para conocer las deficiencias.
No aplicar las dosis correctas
Así como una baja dosis puede hacer que no se note la aplicación del producto en la planta, un exceso de fertilizante puede dañarla.
Los fertilizantes son sales que, puestas en demasía -como explicamos-, le quitan el agua a la planta.
No aplicar bien el producto
Los distintos fertilizantes nitrogenados (N) tienen la característica de que, una vez aplicados, pueden movilizarse en el suelo. El fosforo (P), en cambio, es inmóvil, por lo que queda donde se lo aplicó. De ahí la conveniencia de ubicarlo cercano a la zona radicular de las plantas. Por su parte, el potasio (K) tiene una movilidad más reducida que el nitrógeno.
Por ejemplo, si a una planta se le aplica triple quince granulado en la superficie de la maceta, la planta no tomará el fósforo, pero si nitrógeno y algo de potasio. En tal caso, sería más conveniente colocarlo homogéneamente mezclado con el sustrato.
Por último, hay que recordar que la aplicación correcta dependerá de la forma en que se presente el fertilizante (líquido, en polvo o granulado).
* Ing. Agr. Guillermo Cardoso (INTA, Universidad de Morón).
