Junio 2019

ISSN 2346-9323
CIENCIA & ARTE | ECONOMÍA & VIVEROS

Suculentas: hibridación casera

La Téc. Patricia Chiesa, directora de la escuela de jardinería Abya Yala, comparte su experiencia en esta técnica y analiza cómo es practicada por la mayoría de los aficionados.

Una de las razones  para propagar plantas a través de la polinización cruzada (transportar el polen de una planta a otra para fecundarla) es la de obtener variabilidad genética. Un híbrido es, entonces, el resultado de la combinación de los caracteres de dos géneros/especies/variedades vegetales diferentes para conseguir una descendencia con características genotípicas y fenotípicas más favorables que la de sus padres. Una vez obtenida la planta deseada, esta se propagará en forma asexual (agámica) para mantener esas características en el tiempo.

Cuando trabajamos con plantas ornamentales, el objetivo de la hibridación se basa, por ejemplo, en la obtención de una flor de tamaño, perfume y/o color más llamativo, en la posibilidad de conseguir hojas de diferente textura, color o variegadas, en lograr plantas más compactas y/o arrosetadas, además de obtener ejemplares que sean más resistentes a plagas y/o enfermedades, entre otras características.

Dentro del ámbito de las plantas ornamentales, en los últimos años, las suculentas (cactáceas y no cactáceas) se han convertido en las protagonistas de muchísimos jardines, terrazas y patios argentinos, al punto de tornar a sus propietarios en verdaderos coleccionistas. Esta pasión por acrecentar sus colecciones, sumada a la escasez  de variedades comerciales que se observó en un momento dado en nuestro país, sedujo a muchos apasionados por este tipo (grupo) de plantas a hibridarlas en forma casera para obtener alguna variedad diferente.

Cómo hacer una hibridación

Cuando se busca obtener un nuevo híbrido a nivel profesional, las plantas que serán los progenitores del nuevo híbrido deben ser ejemplares homocigotas  para todos sus caracteres. Es decir, “plantas de líneas puras”, que den lugar a una descendencia uniforme. Para ello, se eligen los individuos con las características deseadas y se los somete a un procedimiento de autofecundación por varias generaciones con el propósito de lograr ese cometido. Sin embargo, en la hibridación casera, esto es imposible de hacer (el cultivador aficionado basa la elección de las plantas a fecundar en rasgos fenotípicamente atractivos a su mirada, pero no cuenta con este requisito fundamental, que es tener ejemplares de líneas puras a fin de obtener una descendencia uniforme).

Esto, adicionado a cómo afectan las condiciones ambientales y de cultivo a las características fenotípicas de las plantas, conlleva, en la actualidad, a grandes dificultades y confusiones a la hora de identificar los ejemplares a la venta.

  • Dos causas: una gran confusión

La primera y principal causa de esta confusión radica en lo que me atrevo a llamar: Imposibilidad de desapego. Debería ser menester de quien ha realizado una hibridación casera seleccionar, de entre toda la descendencia, el ejemplar con mejores características fenotípicas, darle un nuevo nombre y luego reproducirlo a través de la propagación vegetativa, para así obtener clones de esa nueva variedad “X”. El resto de las plántulas podría ser desechado o bien identificado con otro nombre “X1” “X2”, por ejemplo.

Sin embargo, este procedimiento, en la mayoría de los casos, dista muchísimo de la realidad, ya que por un lado, nadie quiere desprenderse de la cosecha obtenida; y por otro, a veces se torna difícil distinguir las diferencias entre las hermanas de siembra. Entonces, el creador del nuevo híbrido decide clonar no solamente el ejemplar más favorable, sino todos los que él considera semejantes entre sí a simple vista o, simplemente, decide clonar todos.

Con el correr del tiempo, las pequeñas diferencias entre las plantas hermanas, que pasaron inadvertidas en una primera instancia, comienzan a manifestarse en los ejemplares adultos, y aparecerán en el mercado plantas compartiendo un mismo nombre, pero con distinciones fenotípicas notables, capaces de confundir aun al más ávido observador.

La segunda causa podría ser denominada: Yo también. Como si la causa anterior provocara poca confusión, nos encontramos con la posibilidad de que algún otro coleccionista se atreva a querer imitar ese mismo cruzamiento con los ejemplares de su colección, a fin de obtener su propio ejemplar “X”. Así como se mencionó anteriormente, al no ser los parentales homocigotas para todos sus caracteres, la descendencia de la hibridación del Cultivador 1 será diferente entre sí y, probablemente, muy distinta de la descendencia del Cultivador 2, incluso cuando ambas personas hubieran utilizado las mismas especies de plantas para realizar la hibridación.

Por otro lado, si bien en la actualidad, muchos cultivadores registran sus cruzas de suculentas con un nombre de fantasía en una entidad internacional no oficial, dicho registro solo da cuenta de quién fue la primera persona en realizar ese cruzamiento, del país en donde se realizó y de los parentales -cuando se tomaron las precauciones para poder aseverarlo-. Sin embargo, esta entidad no ofrece ningún tipo de información sobre la genética de los ejemplares utilizados al momento de la hibridación, ni del híbrido registrado, puesto que esto es definitivamente imposible si no se realizan los estudios de ADN pertinentes.

Por ende, hasta que esto no suceda, seguirán las eternas discusiones para saber si la identificación que nos brindaron al comprar una planta es correcta o no lo es.

 

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