Cortezas de árboles y arbustos

Entérate de cómo está formado este tejido de las plantas. A su vez, algunas de las más atractivas para lucir al momento de diseñar un jardín. Por Florencia Cesio

Es en invierno cuando las cortezas de los árboles y arbustos se notan en el paisaje; descubrimos su belleza, el color y la trama. En especial los que pierden las hojas, que si tienen un crecimiento armónico, sin mutilaciones, parecen esculturas.

La corteza (en jerga botánica ritidoma, acumulación de suber o corcho) es un tejido de protección propio de árboles y arbustos formado por capas de células muertas, llenas de aire, impregnadas de suberina y otras sustancias como taninos y resinas. Por acumulación, protegen a los troncos de las inclemencias del medio (altas o bajas temperaturas), en algunos casos, hasta de los efectos de los incendios, el daño mecánico y los ataques de insectos, etc.

A medida que va creciendo el diámetro de troncos y ramas, ese cilindro de suber acumulado se acomoda de dos maneras a las nuevas dimensiones: se desprende o se agrieta sin caer, respondiendo a la expansión. Un caso extremo de proliferación sin desprendimiento es el del Quercus suber (alcornoque) del cual se extrae el corcho. Así también ocurre con muchísimos árboles, como el liquidámbar, con una corteza grisácea cuando joven que se va tornando, con los años, marrón oscuro, hendida, y hace contrapunto con el encendido follaje otoñal. El Fraxinus excelsior `aurea´ cobra espectacularidad en otoño, cuando se cubre de un follaje leve y dorado; y, a medida que van cayendo las hojas, quedan al desnudo sus ramitas nuevas, amarillas, y sus yemas casi negras contrastantes: una rareza.

Otros árboles arrojan sus cortezas. Cada especie tiene un patrón de desprendimiento específico, en placas, tiras o anillos. Así los plátanos (Platanus x acerifolia) muestran su corteza tierna blanquecina que contrastan con las placas más externas pardas.

Muchos eucaliptos dejan caer su corteza, como el Eucalyptus globulus, en características cintas oblicuas, o como el raro Eucalyptus citriodora (cuyas hojas estrujadas tienen sorpresivamente aroma a limón), que se desnuda en su totalidad mostrando un tronco blanco, liso, nuevo. Algunos pinos, como el Pinus pinaster, presentan una corteza en placas rectangulares, pardas, que resaltan la base rojiza, encendida, de la corteza nueva. Estos árboles no pierden las hojas, pero sus cortezas se notan siempre en el paisaje.

La Lagerstroemia indica tiene  la corteza color canela veteada, que cobra tersura y se luce especialmente luego de una lluvia. Y cómo olvidarse del nativo arrayán (Luma apiculata),  de corteza canela con zonas blancas. Los abedules, Betula pubescens (antes Betula alba) y Betula papyrifera, tienen cortezas blancas que, cuando los árboles están desnudos, contrastan admirablemente contra la vegetación oscura, como puede ser la de las coníferas (se desarrollan bien en zonas frías o frescas; en Buenos Aires, crecen y viven poco).  Los álamos plateados también recortan sus figuras blanquecinas, claro está, si la polución no es intensa. Estos álamos tienen un problema: pueden tornarse invasores.

Muchos árboles mantienen sus cortezas verdes, así la muestran los Acer palmatum cuando jóvenes. Entre las plantas nativas, la brea (Cercidium praecox), cuyo ramaje fotosintetizante contrasta especialmente con sus flores amarillas, que aparecen antes que las hojas; como el chañar (Geoffroeade corticans), con su corteza parda que se desprende en tiras y estas dejan ver el verde vivo de la base. Otras son la cinacina (Parkinsonia aculeata), o el  guayacán (Caesalpinia paraguariensis), también verde o con parches verdes. Y cómo olvidarse de los palos borrachos, de silueta tan característica, que son de la misma familia que los africanos baobabs.

El Salix alba var. Vitellina es un árbol que puede habitar terrenos inundables y que, muchas veces, se corta drásticamente cada dos o tres años para generar numerosas ramas nuevas de color amarillo o anaranjado, según la variedad.

Entre los arbustos de ramas más llamativas en invierno, están los Cornus, la estrella es el Cornus sanguinea de un rojo intenso (que alcanza 1,5 m, si se lo deja crecer, y es muy ramificado desde la base), seguido del Cornus alba (también de ramas rojas) o el Cornus sericea `Flaviramea´, conocido como Cornus stolonifera `Flaviramea´ (de ramaje amarillo).

El invierno es también una interesante estación en el jardín, si a este se lo diseña en todos sus detalles.