Una observación sobre los procesos favorables que podemos emplear. Y cómo se los puede introducir a estos espacios. Además: de qué manera aumentar la biodiversidad de los jardines. Por Ana R. Meehan*
La agroecología es tanto una ciencia como un conjunto de prácticas. Como ciencia, se basa en la “aplicación de la ciencia ecológica al estudio, diseño y manejo de agroecosistemas sustentables” (Altieri 2002).
Los espacios verdes son sistemas vivos, comunidades vegetales constituidas por especies implantadas por su interés, ya sea estético o utilitario. Los parques y jardines cuentan, además, con elementos estructurales y equipamiento que sirven a su objetivo principal: que sean espacios de disfrute y contacto con la naturaleza.
Al momento de planear un espacio verde, es importante tener en cuenta ciertas estrategias que ayudarán a su buen desarrollo y bajo mantenimiento, sin dejar de pensar en su belleza y funcionalidad: vamos a hacer un acercamiento a la agroecología aplicada a los parques y jardines.
La salud de los jardines es sustancial para su permanencia y nuestro disfrute; las comunidades que los componen son fundamentales en este aspecto. La integración exitosa de la flora y la fauna favorece las interacciones positivas entre las plantas y los animales; un jardín, entendido como un sistema de alta diversidad, importante cobertura en el espacio y en el tiempo, será poco susceptible a invasiones de plantas no deseadas y al ataque de plagas y enfermedades.
Estamos hablando de espacios más resilientes que, sumados a otros en las mismas condiciones, mejorarían la calidad de los ambientes urbanos y periurbanos, con el consecuente beneficio para sus habitantes. Como diseñadores y jardineros, deberíamos identificar y apoyar los procesos que favorecen el funcionamiento de los espacios verdes porque son los ecosistemas urbanos que nos sostienen.
Procesos favorables:
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- Control natural de plagas y disminución del uso de agroquímicos.
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- Descomposición y ciclado de materia orgánica y nutrientes.
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- Equilibrio en las poblaciones de animales y plantas.
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- Mejor conservación de recursos del suelo, del agua y de la biodiversidad.
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- Mayor productividad sostenible a largo plazo.
¿Cómo introducir estos procesos virtuosos en los parques y jardines?
Comencemos por desarrollar parques y jardines en sintonía con las condiciones ambientales y socioculturales presentes, esto logrará una mayor sostenibilidad ecológica. Se consigue utilizando recursos existentes como por ejemplo vegetación nativa y de producción local, reciclando y reutilizando materiales del lugar, entre otras tecnologías.
Reforcemos la vida en el suelo incrementando la materia orgánica y la actividad biológica; lo lograremos si evitamos eliminar los restos vegetales (barriendo, aspirando o quemando), de manera que perduren en el sistema a través del compost que se incorpora periódicamente.
Adoptemos prácticas de manejo ecológico que incrementen las especies de plantas y la diversidad genética en el tiempo y el espacio, incorporando al jardín todos los estratos vegetales: árboles, arbustos, trepadoras y hierbas, tanto perennes como anuales.
Reforcemos la biodiversidad funcional, por ejemplo, favoreciendo la presencia de enemigos naturales de las plagas y de polinizadores tales como abejas, abejorros, aves, avispas y mariposas.
¿Cómo aumentar la biodiversidad de los jardines?
Podemos recurrir a las siguientes estrategias: Ser tolerantes con las “malezas” o las plantas no cultivadas cuyas flores cubran las necesidades de la fauna benéfica permitiendo su crecimiento en ciertas áreas del jardín, por ejemplo, el suncho (Sonchus oleraceus) y el diente de león (Taraxacum officinale).
Diseñar corredores de plantas que faciliten el movimiento de los organismos benéficos desde otros jardines o parques. La diversidad y abundancia que de estos haya en un jardín depende también de la diversidad vegetal que lo rodea. Creando cercos vivos con especies florales que se conecten a otros jardines y parques arbolados, se forman carreteras biológicas que sirven para el desplazamiento de insectos. A su vez, estos se alimentan de otros insectos (depredadores) y de avispas cuyas larvas parasitan a las plagas: arañas, mantis, vaquitas de San Antonio, moscas (sírfidos), avispas se refugian y alimentan en estos espacios.
Diseño de islas floridas. El objetivo es el hecho de mantener flores todo el año, considerando que en invierno se reduce la oferta de néctar y polen tan vital para que los insectos depredadores se alimenten. De esta manera, se trata de crear lugares protegidos en algunos espacios del jardín para atraer y concentrar enemigos naturales. Estas islas, que florecerán a lo largo de todo el año, están formadas por arbustos y herbáceas. Los insectos son atraídos por los diferentes tamaños y formas de las flores, ya que solamente aquellos capaces de acceder al polen y al néctar usarán esa fuente de alimento.
Para la mayoría de los insectos benéficos, las flores deben ser pequeñas y relativamente abiertas. Las Compuestas, como margaritas, girasoles; las Umbelíferas, como apio cimarrón, hinojo, Achillea; las Crucíferas como alisos, colza, nabillo; y las Fabáceas, como los tréboles, son especialmente útiles.
El momento y el tiempo de floración también es importante, ya que muchos insectos necesitan de la energía del néctar y del polen cuando están creciendo o cuando sus presas son escasas.
Conclusión
El hecho de introducir prácticas agroecológicas en los parques y jardines implica conocer y monitorear los procesos que ocurren. Esta visión requiere de la dedicación y el seguimiento de los espacios verdes, ya que cada ambiente es diferente, y, todavía, hay mucho por aprender. Este es un desafío para los paisajistas: encontrar la forma de aumentar la biodiversidad de los espacios sin que pierdan su calidad estética.
Bibliografía:
Atieri, M.; Toledo, V. 2011. La revolución agroecológica en Latinoamérica. Editorial Socla.
* Ing. Agr. Ana R. Meehan, docente de la Cátedra de Espacios Verdes de la Universidad Nacional de Córdoba.