Conoce los principales requerimientos de estas plantas: prácticas de cultivo, cosecha y poscosecha (incluye una descripción botánica). Además: las alteraciones fisiológicas más comunes y cómo evitarlas. Por Libertad Mascarini y Mariel González (*)
Gerbera jamesonii, comúnmente denominada gerbera, es originaria de Transvaal (entre 25º y 35º latitud sur y 25º longitud este), Sudáfrica. Una zona con veranos húmedos e inviernos secos. Fue llamada gerbera en homenaje al doctor alemán Traugott Gerber. El nombre de la especie proviene de un coleccionista de esta planta, Robert Jameson.
El mejoramiento de Gerbera comenzó a fines del siglo XIX, en Inglaterra, por cruzamiento de G. jamesonii y G. viridifolia. Las variedades comerciales recientes fueron originadas en este cruzamiento y se denominan híbridos de G. jamesonii, dado que la principal contribución genética fue aportada por dicha especie.
Es una planta perenne, si bien comercialmente se recomienda utilizarla durante unos tres años.
Descripción botánica
Su tallo forma una “corona” superficialmente enterrada, ramificada con rizomas (tallos subterráneos) breves, de crecimiento definido, simpodial (la yema apical o terminal del tallo subterráneo origina una inflorescencia, y el rizoma continúa ramificando por la acción de yemas laterales). Las hojas son alargadas, con grandes lóbulos, ligeramente hendidas en los bordes, y pueden alcanzar aproximadamente unos 40 cm de longitud; se disponen en forma de roseta.
La raíz presenta un sistema fasciculado (dispuestas en haz o manojo), compuesto por numerosas raíces gruesas de las que parten finas raicillas.
Lo que llamamos flor es una inflorescencia denominada capítulo, compuesta por numerosas flores. Los capítulos son grandes y se disponen en la extremidad de un largo escapo áfilo (eje o pedúnculo floral, sin hojas) y tomentoso (con pequeños pelos). Los ‘pétalos’, son en realidad las flores marginales de la inflorescencia, que se hallan dispuestas en una o dos series, con el labio exterior prolongado en una larga lígula (razón por la cual se las designa botánicamente como flores liguladas) y que se presentan en colores variados.
Hacia el interior, se encuentra una fila de flores hermafroditas (con las estructuras masculinas y femeninas en la misma flor) o solo femeninas, no funcionales, y, en el disco central, se disponen las flores masculinas. Estas últimas son las que definen el color del centro o ‘corazón’ de las inflorescencias, el que puede ser negro o verde. Los estigmas de las flores liguladas (femeninas) maduran antes que los estambres de las flores del disco central (masculinas). Dado que los estigmas son la parte del aparato reproductor femenino encargado de recibir los granos de polen (producidos por los estambres), la autopolinización es casi imposible. Por ello, se considera a la gerbera como una planta alógama o de fecundación cruzada (aquella que ocurre entre individuos diferentes) y, esencialmente entomófila, ya que la polinización es llevada a cabo por insectos.
Florece desde primavera hasta otoño, pero puede hacerlo durante todo el año si se cubren las demandas de temperatura y luz adecuadas para cada variedad.
Principales requerimientos
Las temperaturas más adecuadas para el cultivo de la gerbera son: 25 ºC durante el día y 20 ºC por la noche, en el período posterior al trasplante y hasta que se inicia el período vegetativo. Con elevada radiación solar, la temperatura más adecuada es de unos 28 ºC (día) / 20 ºC (noche) y de 18 ºC (día) / 12 ºC (noche), en períodos de baja luminosidad. Para que no se detenga el cultivo, la temperatura mínima del aire es de 13-14 ºC día y 12 ºC noche, y la del suelo es de 16 a 18 ºC, durante el invierno.
La gerbera no requiere de muchas operaciones de manejo de cultivo. Una de las más importantes es el deshojado, que consiste en la eliminación de hojas viejas y, en ciertas ocasiones, también de hojas verdes. Es importante realizarlo luego del año y medio, y antes del segundo año de cultivo para obtener mayor aireación de la planta y evitar que se curven los tallos florales al quedar comprimidos por el exceso de hojas.
En el pasado, se exageró la necesidad de realizar esta tarea. Sin embargo, no debería efectuarse toda al mismo tiempo, ni ocasionar con ella una defoliación demasiado intensa. El momento más recomendable para el deshojado es hacia fin del verano, cuando hay una excesiva cantidad de hojas, como así también, a finales del invierno, preparando la planta para la floración. Para evitar el ataque de hongos en las heridas (principalmente de Botrytis), se tratará de no romper las hojas, sino de arrancarlas completas desde la base.
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Floración, cosecha y poscosecha
El inicio de la floración se produce entre la séptima y la novena semana desde la plantación, (según la época de plantación y variedad). La cantidad de hojas que produce la planta para dar su primera ‘flor’, cuando recién se inicia el cultivo, depende de la variedad y oscila entre un número que va de siete a más de veinte. Se necesita mayor cantidad de hojas formadas, cuanto más pequeñas sean las mismas (menor área foliar), para que comience el desarrollo de la primera flor.
Los rendimientos obtenidos a lo largo del cultivo varían de acuerdo con los cultivares, pero puede obtenerse un promedio de dieciocho flores por planta en el primer año, veinticinco flores/planta en el segundo, y veinticuatro o más flores/planta en el tercero. A partir de allí comienza a decrecer la productividad.
La cosecha de flores se realiza cuando se encuentran de dos a tres filas de estambres desarrollados, lo cual se determina por la visualización de los granos de polen, de color amarillo. Cuando se cosecha antes de lo indicado, la duración en florero puede ser menor, dado que el momento de maduración de los estambres coincide con el estado óptimo de lignificación (endurecimiento) del pedúnculo floral. Si se realiza después de lo indicado, el centro o ‘corazón’ de la inflorescencia se cierra, perdiendo así calidad comercial.
En una plantación joven, se debe cosechar con mucho cuidado para no dañar la planta. La primera flor no debería ser cosechada, solo se ha de quitar el capítulo dejando el pedúnculo o tallo floral en la planta, para evitar que se dañen las raíces al arrancar la flor. Esta práctica permite que la planta pueda desarrollar mejor su sistema radical.
El momento de cosecha más conveniente es a la mañana temprano o a últimas horas de la tarde, a fin de que las flores presenten una mayor turgencia (hidratación). Es importante sumergir las flores en agua inmediatamente después de cosecharlas. El agua que se utilice debe ser limpia y es conveniente agregar en ella 1 cm3 de cloro 10 % (0.1 cm3 cloro/ litro de agua limpia y sin sales). Algunas publicaciones (Novak, 1988) recomiendan usar azúcar (30 g/L), 8-hidroxiquinoleína (2 gr/L) o nitrato de plata (50 mg/L), pero debe considerarse que este último producto, cuando es descartado luego del uso, es un contaminante del suelo (y de sus napas). Se aconseja, también, mantener las flores a 4 ºC, ya que con ello se prolonga la vida en florero hasta unos catorce días (según las variedades). Hay autores que señalan que la gerbera mantenida en agua limpia y a temperatura ambiente dura aproximadamente unos diez días.
Algunas alteraciones fisiológicas
Caída de pétalos: En ciertas variedades, puede ocurrir caída o desprendimiento de algunos ‘pétalos’ (flores liguladas del capítulo), lo cual deprecia su valor estético y comercial. Esto se atribuye a causas genéticas o climáticas, pero también, está influenciado por deficiencias de potasio (K) en la fertilización. En aquellas variedades que presentan este problema, se recomienda realizar fertilización foliar con nitrato de K al 1,75 %, con un adherente para lograr un mejor efecto.
Clorosis: La clorosis internerval de las hojas (amarillamiento entre las nervaduras) se produce con bajas temperaturas de suelo, excesos de humedad o con pH elevado (mayor a 6). En el último caso, el aumento de pH bloquea la asimilación del hierro (Fe) por parte de la planta. También, la clororsis internerval puede deberse a un bajo nivel de Fe en el suelo; sin embargo, antes de incorporar Fe, es recomendable revisar los otros parámetros anteriormente indicados. Si no es posible modificarlos, las aplicaciones foliares de quelato de hierro pueden constituir una herramienta eficaz para paliar el problema.
* Ing. Agr. Mag. Libertad Mascarini y Lic. Mariel González, docentes de la asignatura Producción de Flores y Verdes de Corte correspondiente a la Tecnicatura en Floricultura de la UBA. Directora: Ing. Agr. M Sc. Libertad Mascarini.